Perdió el manejo de una comisión estratégica y las votaciones sobre jubilaciones y fondos para la SIDE. Pesaron internas y tensiones con aliados. Se suma la fragmentación y falta de liderazgo opositor. Y se reproducen viejas prácticas en la relación con las provincias y la Ciudad
Fuente: Infobae - Eduardo Aulicino
El oficialismo sumó tres derrotas legislativas en una misma semana. Dato potente, pero con riesgo de lectura parcial: es un problema realmente grave para Javier Milei y, también, una muestra del estado de crisis y mezquindades de la política en general y de la oposición en grado llamativo. Eso mismo constituye una prueba central para la capacidad de gestión del oficialismo, que añade sus internas en el principal escalón de gobierno y con exposición patética en el bloque de Diputados. La decisión de vetar la ley sobre jubilaciones y la defensa por ahora cerrada de una pieza central de Olivos -Santiago Caputo- es un mensaje que busca minimizar el impacto del Congreso y que apunta además al frente económico.
El Congreso mostró algunos de los problemas centrales que se le plantean al oficialismo. Todo, en tres días. Martes: la propia interna facilitó el camino para que la estratégica comisión bicameral que debe controlar a los servicios de inteligencia quede en manos de la oposición. Miércoles: la tensión con el macrismo -que cristalizó el quiebre entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich- allanó la sesión de Diputados que rechazó el DNU de los fondos multimillonarios para la SIDE. Jueves: la escasa voluntad de negociar seriamente con los “dialoguistas” -según quejas desde esas filas- determinó en el Senado la sanción de la ley que establece otro criterio de movilidad jubilatoria y recuperación de los haberes.
Frente a ese panorama, Milei actuó con rapidez para mostrar firmeza y ratificó lo previsible. Confirmó que vetará la ley de jubilaciones, defendió a Santiago Caputo y, a la vez, fue áspero en las referencias a Macri, con quien había cenado en esas horas de malas noticias desde el Congreso. Eso último, la relación con el ex presidente, expone matices -recelos y necesidades desde las dos veredas- y también suspicacias sobre el posible juego en las dos cámaras legislativas una vez que el Ejecutivo concrete el veto.
El mensaje presidencial en tuits, declaraciones y discursos no pareció limitado a la política. Asoma como una necesidad similar, aunque profundizada, que la expuesta en el final del verano por la caída del proyecto inicial de Ley Bases. Se planteaba entonces la necesidad de agregarle sustento político -es decir, algún nivel de consenso con otros espacios- a las medidas económicas: lo expuso abiertamente el FMI, lo sugerían como expectativa algunas administraciones de países con peso, precisamente, en el Fondo y especulaban los mercados.
La negociación que siguió a aquella frustración con el proyecto máximo del Gobierno logró atar un acuerdo con texto del ley más reducido y un paquete fiscal. Las tratativas tuvieron como principal interlocutor a Guillermo Francos y sumaron reuniones con los principales espacios dialoguistas (UCR, Encuentro Federal, algunos provinciales) y con el aliado más cercano, el PRO. Pero fueron vitales también las conversaciones con los gobernadores: el conjunto de JxC -que sólo mantiene la marca como coalición a ese nivel-, algunos del PJ (al menos cuatro) y representantes de las fuerzas provinciales.
Algo se fue deteriorando en ese tablero o al menos perdió solidez. No es un canal cerrado, ni mucho menos, sobre todo por el juego de necesidades cruzadas. Pero hay quejas por la falta de respuesta a reclamos provinciales, básicamente por recortes y obras públicas. Es un problema que ya han expresado provincias en manos de fuerzas locales -Santa Cruz y Misiones, por ejemplo-, peronistas y aliados K -desde Tucumán a Santiago del Estero- y de JxC, como Entre Ríos (PRO) y Mendoza (UCR).
Se mantiene un esquema repetido aún con escasos fondos de manejo del poder central. El caso más notorio es el de la Ciudad de Buenos Aires. Esta semana, fracasó una reunión de casi una hora y media, a instancias de la Corte Suprema, entre Jorge Macri y representantes del Gobierno, a la que no asistió Luis Caputo. La Ciudad reclama el cumplimiento de la decisión del máximo escalón de la Justicia sobre el recorte de fondos de la coparticipación, hecho por la gestión de Alberto Fernández, con sello de CFK. El Gobierno elude hacer los giros de manera automática y diaria. “Lo hacen como quieren, cada veinte días, y estamos a tiro de decreto”, dicen las autoridades porteñas. Vieja práctica de la “casta”, ironizan.
En ese contexto, además, la vuelta a la actividad del Congreso mostró básicamente iniciativa de las distintas vertientes opositoras. Después de la sanción de la Ley Bases y su complemento, el paquete fiscal, el oficialismo osciló entre sus internas y al menos dos fuertes pulseadas con los “mercados”, que resultaron contenidas. El enorme impacto de los casos que enfrenta Alberto Fernández -con degradación personal y arrastre por el impacto en el peronismo/kirchnerismo- corrió el foco político y mediático.
Sin embargo, las internas en el oficialismo aumentaban en tensión: la más grave refiere al vínculo deteriorado entre el Presidente y Victoria Villarruel, y la más escandalosa es protagonizada por el bloque de diputados. Pero además, en el ámbito del Congreso se veía venir lo ocurrido esta semana, aunque tal vez no en la magnitud que tuvo. Miguel Ángel Pichetto lo expuso más abiertamente que otros, la CC no ahorró advertencias, las fisuras en la UCR expresaron lo mismo y desde el PRO partían señales de inquietante malestar, que algunos reducían a la relación difícil con Mauricio Macri.
Parado frente a ese cuadro, el peronismo/kirchnerismo seguramente lamenta el efecto corrosivo de la causa que enfrenta Alberto Fernández por violencia física y psicológica contra Fabiola Yañez. Menos parece afectar el caso de los negocios con los seguros, aunque con inquietud de algunos ex funcionarios. Igual, los bloques de diputados y senadores se mostraron a la ofensiva en las dos cámaras. Eso no evita costos nuevos y de arrastre por la última gestión: posterga pero no diluye la posibilidad de algunas fisuras, tal vez como juego de la mitad de sus gobernadores.
El contexto de fragmentación, de carencia de figuras aglutinantes y de largo desgaste expone la crisis a escala de la oposición. El oficialismo añade sus internas y los serios problemas, prácticos y conceptuales -de básica marca ideológica-, para establecer mecanismos de acuerdos y márgenes de confrontación. Vale la agenda de estos días: el tema de la jubilación expone a todos -por viejos y nuevos ajustes, sin proyecto de fondo- y el caso de la bicameral de inteligencia y de los fondos para la SIDE alarma otra vez por las oscuridades de siempre.
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